viernes, 19 de septiembre de 2014

De entre las manos


   Gracias por entrar en mi mundo
con una guitarra en la mano,
con una canción para los días tristes,
y toda una vida para los alegres.

Robando aplausos,
que en uno de esos se me escapó el corazón
de entre las manos
y se instaló en tus ojos,
y yo tuve que mudarme de ciudad
para seguir oyendo sus latidos.

Si tú le has puesto música a mis versos,
yo no tendré más remedio,
-y por favor que nunca hallemos uno-
que escribirte millones de letras en la espalda,
cuatro finales abiertos,
para que elijas el que elijas esto nunca se termine.

Que yo también,
confieso ahora,
se jugar algunas cartas…
y contigo no pienso envidarme el futuro
sino solamente disfrutarlo.

Gracias por llegar con una sonrisa
sin nombre y sin olvido,
con una voz que inunda
todas las plazas
de las que quiso ser dueño el río
y dejarme la garganta seca de pensarte,
la cabeza hueca de ilusiones
y las manos llenas de certezas.

Gracias por decir un “hola”
en el momento más extraño pero justo,
levantarme la cabeza hacia el presente,
cogerme de la mano
y llevarme contigo
hasta donde se acaban todos los mundos
que podríamos inventarnos.

Gracias por guardar mis besos bajo tu sombrero,
 que como tú siempre dices:
      “Hay cosas que no pueden olvidarse
       y hay que llevarlas siempre en la cabeza”
para que guíen nuestros pasos
hacia todos los sueños que se sienten despiertos
y que son los únicos que van a cumplirse.

Gracias
por hacerme creer en la magia,
porque tú has hecho magia conmigo
al mirarme
y cambiarme
el desamor por compromiso.

Gracias por devolverme la poesía,
y dejarme bailar con ella cada madrugada
aunque sepas que le estoy robando
algo de tiempo a nuestra almohada.

Gracias por la infinita paciencia
cuando digo que quizás todo sea una triste locura
        y que es demasiado bonito para ser eterno.
Menos mal que tú siempre tienes una nota
preparada para cada pensamiento,
porque si me preguntaran a mi tus notas
siempre sonarían a sobresaliente.

Gracias por darme una casa que suena a amor
y no a alquileres,
en medio de una ciudad que se llamaba reto
cuando la miraba en la distancia
y que ahora se ha cambiado el nombre por destino.

Gracias,
porque entre todas las demás,
         has querido quedarte conmigo. 

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