Me empujas a correr detrás
del tren,
no vaya a ser que perdamos
los sueños…
y yo salgo corriendo,
y me monto.
Y pregunto al regidor si
vamos en la dirección
correcta.
Y tu me asistes y el asiente
y yo busco el asiento que no tengo
y me acurruco en la ventana
y te veo lanzar besos…
y decirme adiós con la mirada,
y
agitar la
mano
y hacer como que lloras,
y yo como que río,
y el mundo como que todo
es perfecto.
Pero me late el corazón en modo triste,
le hacen coros de nostalgia los raíles
y me canta mi cerebro un
“me has decepcionado”.
Solo queda rellenar el formulario del cobarde,
mandarlo por correo dirección
“que nunca se repita”
y aceptar por esta vez a la distancia,
mientras odio un no decir lo que
tenia que ser dicho.
Me queda escribir esto,
para recordar que las cosas
nunca son como parecen
y plantearme en que otros cuerpos abandono
todos los abrazos
que
llevaban tu nombre.